Hace unos veinte años,
el escritor zuliano Rutilio Ortega supo cómo rescatar el espíritu de cientos de
habitantes de esta ciudad enterrado entre las ruinas de una barriada ya desvanecida.
La labor de exhumación de los restos de una idiosincrasia fue lograda a fuerza
de un intenso ejercicio de memoria y otro poco de reconstrucción ficcional. El
resultado: cuatro libros llenos de historias cercanas, mucho de humor agrio y
delicioso y, también, de mucha nostalgia.
Las primeras Crónicas del Saladillo fueron publicadas
en el año de 1982. El libro causó gran impacto y se agotó rápidamente. Años
después, el autor continúa con su admirable tarea de sacar a la luz nuevas
historias y nuevos personajes escondidos entre los escombros; publica Cuentos de Sol y Cuentos Maracuchos. La más reciente entrega apareció en 2008,
manteniendo la gozosa impertinencia de las anteriores.
Son muchas las razones
por las que estas historias producen un resplandor tan fuerte. Una de ellas es
la cantidad de nombres, personajes, proezas y palabras que rescata del olvido
de un pasado no tan lejano: personajes que bien pueden ser familiares nuestros;
calles en las que pueden haber vivido nuestros padres o abuelos. Recordemos que
El Saladillo fue casi totalmente demolido en los años setenta, como parte de un
proyecto de modernización del casco central de la ciudad. Así, se puso en
práctica una torpe noción de progreso que arropó a una parte de nuestro
temperamento.
Por otro lado, hay que
hacer notar el lenguaje en el que están escritas. Con fluidez y naturalidad va
enhebrando las historias que brotan de su memoria híbrida, llamando a las cosas
por su nombre, como las diríamos en conversaciones relajadas en los patios o pasillos,
empleando palabras de nuestra tan caprichosa jerga. Se disfruta, entre otras
cosas, porque sentimos que nos están echando un cuento, un chiste, con sus
hipérboles, salidas y metáforas. Sin embargo, y he aquí otra de sus riquezas,
debajo de eso se puede oír el rumor apagado de ánimas en pena, de los muertos,
de la soledad.
De igual modo, creo
conveniente advertir que los relatos que integran estos volúmenes no son aptos
para quienes piensan que lo coloquial es grosero, que se escandalizan con las
“malas palabras”, o que esperan encontrar el Maracaibo de los ilustres
personajes que estudiamos en la escuela. Éstas son las crónicas de candorosos
personajes, heroínas de la vida real, y también de perdedores insignes, vividores, brujos,
muertos y aparecidos, que recorrían estas calles entre lo sagrado y lo obsceno,
en el despertar del sexo, del amor, en el alba o el ocaso de sus vidas.
En 1990, el cineasta
zuliano Augusto Pradelli lleva al cine Joligud,
inspirada en estas historias, en lo que se convertiría en el primer largometraje
realizado en el estado y, en mi opinión, una de las cintas más originales y
fascinantes filmadas en el país, recreando las atmósferas y las situaciones de estos
relatos, con su humor cotidiano y la nostalgia de algo nuestro ya casi
desaparecido.
(Publicado originalmente en Revista Tendencia)
1 comentario:
hola, si puedes ubicarme el libro Cuentos Maracuchos házmelo saber al 0426 5584761 Muchas gracias de antemano.
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