Las tortugas, las esporas e Ibrahim López García



Mientras uno duerme o ve televisión hay personas que piensan en naves voladoras o con animales marinos, que se preguntan si habrá otra forma de andar por los aires o si es posible que la energía usada para mover nuestras máquinas no sea tan tóxica. Una de estas personas se llamó Ibrahim López García, venezolano, un visionario como pocos.

Formado en la ingeniería civil, este sorprendente personaje nacido en la Sierra de Falcón en 1925, ejerció por muchos años la docencia y la investigación en la Universidad Central y en la del Zulia. Asimismo, llevó a cabo varios proyectos de construcción en el país como, por ejemplo, el techo de las gradas del Estadio “José Pérez Colmenares” de Maracay, sede de los Tigres de Aragua, en el cual se hace evidente su novedoso pensamiento ya que para diseñarlo se inspiró en la forma de la hoja de la palma real.

Desde el inicio, su práctica se basó en una detenida observación de la naturaleza, de sus sorprendentes estructuras y diseños. Intentó llevar a la ingeniería propuestas más livianas, frescas, optimizando los recursos y reduciendo el impacto ambiental. Producto de estas profundas convicciones, funda a finales de la década de los sesenta, el Movimiento Ecológico Social para el siglo XXI, con firmes postulados ambientalistas.

En 1970, preparó un desafiante trabajo de ascenso, titulado Sobre trompos, cúpulas y vuelos que intentaba  romper con algunos paradigmas de la modernidad. Primeramente, critica nuestra dependencia a la tecnología basada en el fuego, en la combustión, proponiendo la utilización de energías alternativas. Critica que el ser humano se haya inspirado en los peces y en los pájaros para diseñar los aviones, los helicópteros y los submarinos ya que su principio es lineal, lo que en su opinión tiene como consecuencia el derroche de energía y combustible.
Gracias a un estudio que por mucho tiempo realizó sobre las esporas, las conchas de las tortugas y otras cúpulas naturales, propone la construcción de una nave basada en la manera de desplazarse de estos seres. Su nave consistía en una cúpula central grande rodeada de un anillo de cúpulas giratorias aerodinámicas que le permitirían el desplazamiento en el aire e incluso en el agua, a lo que le agrega un motor que aplica las leyes del electromagnetismo.

Unos años más tarde, en Paraguaná se realizó una prueba secreta de esta nave. La cual, según el reconocido periodista Pablo Antillano, logró despegar y elevarse varios metros, convirtiéndose así en el primer “platillo volador” de estas tierras. Este momento fue una victoria para la tenacidad de Ibrahim López García, quien me recuerda a alguno de los protagonistas de las novelas de Julio Verne, o a aquel padre Bartolemeu que construyó una máquina para volar a fuerza de principios alquímicos en Memorial del convento de Saramago.

Ha hecho falta retomar, difundir y desarrollar estos hallazgos para poder tener una idea clara de sus ventajas y posibilidades. Sin embargo, a pesar de que recientemente el Estado reeditó su obra, sigue siendo poco conocido o menospreciado, tal vez por haber sido un radical militante de izquierda, pero también por la inverosimilitud de sus ideas o por el cambio de estructuras que representarían.

Ibrahim López García por problemas de salud y de falta de apoyo oficial no pudo continuar con sus experimentos, nos toca a nosotros seguir avanzando en la dirección trazada por este pionero para intentar verdaderamente cambiar la manera cómo vemos al mundo, y para no quemarlo de una sola vez como un fósforo, para hacerlo más limpio  y  también más prodigioso.
                         
                                (Publicado originalmente en la revista Tendencia 60)


 

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