“Mucho
antes que llegaran las pistolas, bang, bang…”
La década de los ochenta fue muy rica para
la música en Venezuela; representó la mayoría de edad para estilos y géneros que
venían gestándose desde años anteriores. Fue una época de esplendor; surgió una
generación de personajes cuya influencia todavía hoy se hace patente. Ilan
Chester, Colina, Franco de Vita, Elisa Rego, Yordano, por mencionar sólo a
algunos, fueron responsables de hacer una música muy personal, íntimamente ligada
a la ciudad y, a la vez, popular. Una de estas figuras es Evio Di Marzo, quien
inauguró esa década con un combo exquisito que se llamó acertadamente
Adrenalina Caribe.
En alguna región de nuestro inconsciente
están alojados temas como el híper-festivo “Yo sin ti no valgo nada”
(recientemente versionado por Voz Veis), la sugestiva languidez de “De dónde
viene tu nombre”, la invocación ancestral de “Selva del tiempo”, o la plácida “No
es fácil amar a una mujer” (versionada por Los Amigos Invisibles). Pues desde
hace ya casi treinta años esta sustancia se disemina por todos los corazones
tropicales, alegres y bailarines de este suelo.
Evio y su hermano Yordano andan embebidos en
la música desde adolescentes. Se sabe que formaron en los sesenta un grupo
llamado Ford Rojo 1954. Luego, a finales de los setenta y junto a versátiles
músicos, fundaron Sietecuero, mezclando el rock y la música latina. Este
experimento dio como resultado un sonido bastante original y un extraordinario
disco entre lo psicodélico y lo callejero: Rojo
Sangre, un poco olvidado lamentablemente. No está de más decir que los
hermanos Di Marzo, juntos o por separado, son responsables de varias de las
mejores producciones de la música popular contemporánea en el país.
La fiesta de Adrenalina Caribe comenzó
oficialmente alrededor de 1979 y duró más de diez años. Por sus filas
desfilaron figuras recordadas y respetadas como Orlando Poleo, Carlos Pucci,
Melissa, Sergio Pérez, el mismo Ilan, entre otros. Crearon cuatro discos,
cuatro merengadas de muchos sabores. Mezclaron todo lo que pasó por sus oídos
alguna vez: iban de la salsa al rock, pasando por el merengue, el funk, el
jazz, ritmos afro-latinos y nuestro folklore. Por eso la música de Adrenalina sigue
siendo inclasificable. Suena tropical, caribeño, suena a aglomeración urbana, suena
a litoral, a mata de coco, con algo de atemporal y cósmico. En definitiva, ese
sonido llegó a ser bien propio, bien venezolano.
El experimento dio resultados. Produjo una
fina y divertida mixtura caribeña que ha superado la prueba del tiempo. Sabemos
que hay cosas a las cuales volvemos sólo por razones nostálgicas, porque son
capaces de evocar un tiempo ya ido. Sucede que casi siempre van perdiendo el
ímpetu que tenían a medida que la nostalgia se hace vieja y se apaga. Con
Adrenalina no ha sido así. A pesar de los años, su sonoridad no nos choca hoy,
no sucumbió ante los excesos de la década. Por el contrario, se impone fresca
aún, retozando a la sombra de las palmeras.
Con la llegada de los noventa, los
encargados de preparar este coctel prosiguieron cada uno por su lado con sus
exitosas carreras en la música. Cuenta la leyenda que algún día se volverán a
encontrar. Evio, por su parte, alterna la música con la antropología y las
luchas por hacer un mundo mejor. Profesa el Islam y administra una pizzería en
la ciudad de Caracas, donde asiduamente se presenta con su quinteto y sus
viejos amigos. Es significativo el legado que este grupo venezolano de los ochenta
ha dejado a las nuevas generaciones de músicos y melómanos; esta deliciosa
rapsodia fue uno de los mejores regalos de esa década.
Como nos enseña la fisiología, la Adrenalina
Caribe es una sustancia corporal que tiene entre sus efectos un aumento del
ritmo cardíaco y una intensa sensación de bienestar. Y así es. Alegría fue lo
que nos sirvió en el vaso esta licuadora urbana de ritmos para siempre.
(Revista
Tendencia, Maracaibo, 2008)
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